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OPINION
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Infancia factor de desarrollo humano


Niñas y niños  han sido un factor decisivo para el desarrollo de los pueblos del mundo a través de la historia y, al mismo tiempo, una muestra definitiva de los grados de desarrollo que han alcanzado. La humanidad ha avanzado al punto de reconocerles derechos específicos consagrados en una Convención Internacional y se ha propuesto llevar a cabo programas permanentes y actividades que permitan cumplir con metas muy claramente establecidas y objetivos  que marcan una sociedad solidaria y equitativa.

Niñas y niños siempre han participado activamente en los esfuerzos de los pueblos para consolidarse como tales, producir lo que requieren y satisfacer sus necesidades. Lo han hecho muchas veces en las peores condiciones y abusos, y han merecido compensaciones desproporcionadamente mezquinas e, incluso, tratos vergonzantes y crueles.

Ello ha sido un error, no solo una falta de humanidad. La medida del aporte de las niñas y niños en los procesos productivos, en las relaciones humanas, en la creación cultural de las naciones y en la vida cotidiana de las familias y de los pueblos, debiera hacer comprender fácilmente que, potenciar su capacidad de aporte daría como resultado mayores beneficios a ser distribuidos entre todos. En cuanto más potencia tenga esa capacidad, más y mejores frutos se tendrían. Este es un enfoque utilitario, válido pero insuficiente. En realidad, ellos significan mucho más que eso, son la expresión y registro de la historia de los pueblos y de las familias.

Asumiendo esta premisa, cada vez mejor ponderada y aceptada, el desafío es asegurar recursos y tiempo, colectivos y familiares, para atenderlos, cuidarlos y formarlos. Las niñas y los niños requieren de alimentación, de atención en salud, de acceso a agua y servicios varios, para satisfacer sus necesidades y tener un entorno sano, de procesos educativos en las familias, en los pueblos y en las escuelas, que les permita formarse y potenciar su capacidad humana. Pero necesitan también de afecto, respeto, cuidado permanente, familiar y social, para dar aún más potencia a su capacidad de aporte al desarrollo familiar y nacional.

Pero la forma de cómo se les provean de medios y servicios para satisfacer sus necesidades, formación y cuidado de la infancia, determina la eficacia de los resultados y la calidad de vida nacional y familiar que se construye. De partida, y como un cumplimiento a uno de los derechos que ya tienen, la provisión de esos medios y servicios tiene que ser con modalidades que aseguren  procesos de participación de ellos. Eso es decisivo para asegurar una sociedad progresivamente más democrática y solidaria y seguramente más eficaz. Ahora tienen que ser modalidades mucho más flexibles y particularizadas, que se alejen más de las imperantes modalidades  acartonadas,  masivas e impersonales, que correspondieron a los primeros estadios de la sociedad industrial. Modalidades que incorporen el componente lúdico y de esparcimiento, de expresión cultural propia, en las que se conjuguen las responsabilidades estatales, sociales y familiares. La participación de las niñas y niños no solo es un derecho, sino que asegura eficacia, creatividad y la construcción de un mundo más democrático.

Así, las niñas y niños no son solo el futuro de ellos mismos, de sus familias y pueblos, son el presente. Son personas con derechos consagrados nacional e internacionalmente, que merecen  espacio social y familiar, que demandan participar  con solvencia en el ejercicio de su vida y en su formación.

Pero no es suficiente. Las naciones tienen la obligación de hacer un seguimiento de las diferentes dimensiones de la vida de los niños, de su progreso. Por ello es que una parte importante de los objetivos del milenio y las correspondientes metas, están  vinculados con la vida  de ellos. Y los países deben hacer un seguimiento periódico y múltiple de los avances. Lo cual proporciona la oportunidad de revisar el conjunto de programas y actividades realizadas a favor de los niños y niñas, de ponderar la cantidad y calidad de los recursos asignados y de recomendar los ajustes aconsejables. Este ejercicio de seguimiento es fundamental no solo para confirmar los avances, sino también para afianzar las responsabilidades institucionales y descubrir  modalidades de coordinación intersectorial. Y aún más, es imperativo el construir redes sociales en los países y entre los países que no solo sirvan para conocer los resultados y establecer comparaciones sanas, sino también para recoger experiencia y fortalecer las capacidades institucionales.

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