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OPINION
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Los derechos de los lactantes

La erradicación de la desnutrición crónica infantil empieza por garantizar el derecho de todos los niños a una lactancia materna exclusiva, mínimo durante los primeros seis meses de vida.

La nutrición del recién nacido es un derecho inalienable del ser humano. Así como se dice que se defiende al óvulo fecundado como si fuese ya un miembro de la comunidad, el derecho a la alimentación que la naturaleza ha proporcionado a niños y niñas que acaban de nacer tiene que ser respetado por toda la sociedad con el vigor con que se defiende cualquier otro principio vital. Si los lactantes del mundo, o de una comunidad, tuviesen la facultad de ejercer coerción organizarían una huelga de grandes proporciones para defender su derecho a la lactancia materna.

La distorsión que ejercen diversos factores de la mal llamada modernidad hace que se atropellen el innato derecho a la leche natural que los lactantes tienen en las glándulas mamarias de sus madres. Es un alimento insuperable, imposible de ser sintetizado, que contiene los mejores nutrientes y los principios anti infecciosos que protegen al nuevo ser. No se puede permitir que exista la creencia que las leches de otros animales sustituyan la buena de las madres humanas. Así como no puede sustituir la lecha de una cabra o de una vaca para alimentar a otros de diferente especie.

La modernidad mal practicada, con su inhumano por la concupiscencia, ha hecho creer que la leche materna pueda ser reemplazada por productos artificiales. Las grandes empresas transnacionales y nacionales de la alimentación, sin el control necesario de un organismo regulador, libre de presiones y de conflictos de intereses, que defienda a las criaturas lactantes del Perú. Han llegado a convencer de sus productos a las madres de los sectores más pobres de nuestra población. Como quiera que la producción de leche de una madre recién salida del parto depende de la fuerza con que su dulce criatura succione el pezón, por reflejo fisiológico, producirá leche y más leche cuando el hambre del recién nacido lo exija. Es el colmo que hasta hace poco, todavía esto ocurra, el recién nacido es lactado artificialmente en sitios alejados de la madre.

Así se disminuye el necesario vigor para succionar. Luego las grandes empresas obsequian a la madre, al ser dada de alta de la maternidad, unas cuantas latas de la leche artificial. Con esto eliminan por unos días el necesario reflejo y, como si se tratase de una droga, los bebes quedan amarrados al producto comercial. Si la familia o la madre no tienen recursos se instala un círculo maligno que lleva a la desnutrición. La leche de vaca, con todas las virtudes que se le asignan, no es digerida adecuadamente por todos los niños, pues un buen número de ellos desarrollan diarreas por intolerancia a la lactosa y pueden morir deshidratados.

La lactancia materna es un derecho que tienen los recién nacidos, en cualquier parte del mundo. La Organización Mundial de Salud reiteradamente lo ha declarado. Lo que le falta es denunciar a los gobiernos para que pongan en práctica las recomendaciones que impidan el uso de sustitutos, salvo en casos aislados y prescritos por los médicos especialistas.   

Es un escándalo que la proporción de lactancia materna en Lima Metropolitana esté en descenso. Esta es una ominosa y vergonzante indicación de que la leche artificial producida está agrediendo a los más valioso de nuestra población: Los recién nacidos que son el futuro.        


Uriel García, médico patólogo, ex ministro de Salud, integrante de la Academia Nacional de Medicina y miembro del Grupo Impulsor Inversión en la Infancia.


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