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OPINION
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Ciudadanía y desigualdad familiar, escolar y urbana

Por: Manuel Bello*

Los estudiantes -niños, niñas y adolescentes- aprenden a convivir con los demás en tres espacios principales: el hogar, la escuela y la ciudad. El hogar es el territorio de la familia, el lugar de la socialización primaria, donde ellos aprenden a relacionarse con los padres, los hermanos y la familia extensa. Por su parte, la escuela y la ciudad son espacios públicos, en los que los estudiantes se encuentran con desconocidos y aprenden a ser ciudadanos. En la escuela y en la ciudad los niños y niñas conocen realidades y situaciones distintas a las de su hogar, y desarrollan actitudes y comportamientos en relación con otras personas y con la sociedad, que definen su manera de ser ciudadanos. 

Pero esta es una descripción muy general. Cuando aterrizamos la mirada en Lima Metropolitana nos encontramos con realidades concretas muy desiguales. En este territorio no podemos hablar de familia, infancia y adolescencia, en singular, sino de familias, infancias y adolescencias en plural, porque las características de los limeños y limeñas son muy desiguales y muy diversas. Como sabemos, en Lima viven familias de todas las condiciones socioeconómicas, desde la riqueza extrema hasta la extrema pobreza, con una mayoría de personas que dependen de trabajos informales; y conviven todas las culturas y las lenguas del Perú.

La ciudad misma también es muy desigual en su configuración, sus recursos y las condiciones materiales y sociales que ofrece para la vida de los vecinos. Encontramos unos barrios bien urbanizados y organizados, relativamente tranquilos, con parques y otros espacios públicos, con ciertas condiciones de protección y seguridad, con presencia de servicios públicos y de comercio; pero todas estas características cambian, desmejoran y hasta desaparecen en muchas zonas. Estamos tan acostumbrados a estas desigualdades que las naturalizamos, nos parecen normales.

Por su parte, las escuelas también son muy desiguales, tanto en tamaño y condiciones de infraestructura y recursos para la enseñanza, como en la calidad del clima de convivencia y oportunidades para el aprendizaje y el desarrollo personal. Tenemos algunos colegios buenos, muy bien equipados, con buenos docentes y una excelente gestión institucional y pedagógica; estos son pocos y están en la punta de una pirámide en la que la calidad escolar va disminuyendo, a medida que se desciende, hasta llegar a una gran base de escuelas pobres, muchas de ellas funcionando en locales precarios, sin servicios básicos, con carencias en los medios y recursos para enseñar, en algunos casos con profesores desmotivados o sin contar con el personal suficiente y calificado para educar.

Esta breve descripción del panorama de la desigualdad familiar, urbana y escolar en Lima Metropolitana nos lleva a preguntarnos cómo transcurre en esta ciudad la relación de nuestros estudiantes con estos tres espacios de aprendizaje y socialización, y cómo esa relación y los encuentros -o desencuentros- con otros estudiantes y adultos, influyen sobre ese conjunto de actitudes, conocimientos y comportamientos que llamamos ciudadanía.

Nos podemos hacer varias preguntas más específicas sobre esta relación:

1. ¿A qué tipos de escuelas van los hijos de los distintos tipos de familias?

2. ¿Cómo afecta esta elección de escuelas la valoración y actitudes de los estudiantes hacia su barrio y sus vecinos?

3. ¿Qué encuentran los niños en esas escuelas y con qué tipo de otros niños se encuentran en ellas? ¿Cómo influye esta particular experiencia de encuentro con otros sobre sus actitudes hacia la desigualdad y la diversidad entre los ciudadanos?

4. ¿Cómo influye la distancia y la condición o tipo de la escuela elegida sobre la relación del estudiante con su barrio, sus vecinos y la ciudad?

5. ¿Qué aprenden los estudiantes en las escuelas acerca de las características, necesidades y dinámicas sociales del territorio donde queda su hogar? ¿Qué valores y actitudes construye la escuela en relación con el barrio, su diversidad, problemas y soluciones?

6. ¿En qué medida esta relación entre hogar, ciudad y escuela contribuye al desarrollo de la ciudadanía, entendida como identidad, pertenencia, participación en la comunidad, compromiso con el desarrollo local, respeto y valoración de la diversidad social y cultural, cuidado del medio ambiente, etc.?

Por lo general, los hijos de las familias pobres asisten a las escuelas más pobres y precarias, de menor calidad, ubicadas cerca de su hogar. Los menos pobres, pero que siguen siendo vulnerables, eligen escuelas un poco mejores, que pueden estar menos cerca de sus viviendas, más cerca de las avenidas principales del distrito y de los servicios urbanos. Y los de clase media y alta envían a sus hijos a escuelas de mediana y alta calidad, que a menudo se ubican a distancias mayores, que los niños deben recorrer diariamente en transporte privado o público. La elección del tipo de escuela depende de la capacidad de las familias para pagar una pensión o contribuir a su funcionamiento; pero en todas las escuelas los estudiantes se encuentran con otros niños y adolescentes de familias similares a las suyas, integrando comunidades escolares bastante homogéneas desde el punto de vista social y cultural. Esto es lo que se llama “segregación escolar socioeconómica”.

Como consecuencia de este sistema de elección de escuelas se debilita el sentido de pertenencia y cohesión en la comunidad local: los que se desplazan a otros barrios para estudiar en escuelas mejores pueden desarrollar sentimientos de superioridad y desvalorización del barrio y de los vecinos; y aquellos que asisten a las escuelas precarias del mismo barrio pueden sentirse en desventaja y discriminados. Además, el agrupamiento homogéneo en las escuelas no permite que se aprenda a respetar y valorar la diversidad de personas que conviven en el barrio y en la ciudad, afectando la ciudadanía y la cohesión social. En vez de reconocerse como iguales en derechos y oportunidades y aprender a cooperar, los estudiantes se perciben como privilegiados o discriminados, según el caso, y desarrollan relaciones distantes o conflictivas con los que son diferentes.

Un resultado de este sistema es que la comunidad local no siente que las escuelas del barrio le pertenecen y las escuelas tampoco se comprometen con su territorio y su comunidad local, dado que muchos de sus estudiantes provienen de diferentes zonas de la ciudad y no del mismo barrio. Como consecuencia, la realidad local se deja de lado en el proceso educativo y los estudiantes no aprenden a reflexionar sobre esa realidad y a proponer y participar en la solución de los problemas de su comunidad. No se trabaja la identidad y el sentido de pertenencia a una comunidad concreta, ni la responsabilidad en el cuidado del medio ambiente y la mejora de la convivencia en un territorio específico. Así, la educación para la ciudadanía y la convivencia democrática se convierte en un proceso abstracto, desconectado de la vida cotidiana y de la realidad local.

¿Cómo cambiar esta realidad? La mejor alternativa para el desarrollo de la ciudadanía y la cohesión social es la existencia de escuelas públicas gratuitas y de buena calidad en todos los barrios y territorios, que sean atractivas para todas las familias de la zona. De este modo, la gran mayoría de los niños, niñas y adolescentes de cada comunidad asistirán a esas escuelas cercanas en vez de desplazarse diariamente a otros lugares. En esas escuelas se encontrarán estudiantes de todos los niveles socioeconómicos y tradiciones culturales que están presentes en la localidad. Allí aprenderán a valorarse y a respetarse entre distintos, además de desarrollar vínculos afectivos positivos y habilidades de cooperación y de aprendizaje solidario. Además, esas escuelas estarán fuertemente conectadas con la realidad local y con facilidad incorporarán las necesidades, problemas y potencialidades del territorio y la comunidad como parte de los contenidos y desafíos del trabajo educativo.

Desarrollar un sistema de escuelas articuladas y comprometidas con el barrio y la ciudad no es tarea fácil ni corta. Pero se puede iniciar desde ahora, teniendo como visión la construcción de una educación y una sociedad más democráticas y justas, que integren en vez de segregar, que incluyan a todos y todas en vez de discriminar y excluir, que garanticen calidad con equidad en la educación y la igualdad de oportunidades para el acceso al bienestar. Este proyecto requiere de voluntad política, liderazgo, movilización pedagógica y social de los docentes con las comunidades, y por supuesto el soporte de un presupuesto público suficiente y bien distribuido, focalizado preferentemente en el fortalecimiento de las escuelas públicas de los barrios. En Lima necesitamos que las escuelas se reencuentren y comprometan con la comunidad local, y que la comunidad local se vuelva a apropiar de las escuelas de su territorio.


*Manuel Bello, educador, decano de la Facultad de Educación de la Universidad Cayetano Heredia.

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