Edición 6
Setiembre de 2009
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OPINION
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Perú: La ilusión de un estado moderno

Por: Óscar Castillo

Por el hecho que la desnutrición de la infancia impacta negativamente en la salud, educación y productividad futura de los niños y niñas y en la de sus familias, su existencia está tipificada como una violación de los derechos humanos en tratados y acuerdos internacionales, como el Estatuto de la Infancia y el Adolescente.

Esto significa que en el Perú estamos constantemente violando los derechos de cada uno de los más de 500 mil niños y niñas menores de 5 años que sufren de desnutrición crónica.

Este promedio nacional, ya de por si apabullante, esconde las enormes brechas al interior del país, donde en nueve departamentos uno de cada tres niños y niñas son desnutridos, llegando esta cifra a la mitad de los niños y niñas de Huancavelica. En los departamentos de Huánuco, Huancavelica y Pasco, el 50% de su población consume menos calorías que el mínimo recomendado. Peor aún, varios departamentos del país muestran un empeoramiento de esta situación, encabezados por Pasco, donde el déficit en consumo de alimentos aumentó casi en un 20%; esta lista también incluye a Arequipa, Ayacucho, La Libertad y Moquegua.

Aún de ser alcanzada la meta gubernamental de reducción del 9% de la desnutrición para el año 2011, significa que todavía tendríamos varios cientos de miles de niños y niñas desnutridos. Para entender estas cifras en un contexto global, es importante compararlas con lo que sucede en el resto del mundo.

En Brasil la desnutrición infantil disminuyó de 13.5% en 1996 a 6.8% en 2007. En Vietnam se redujo de 45% en 1990 a 26.6% en 2004. En el periodo de 1990 a 2000 la desnutrición crónica bajó en Asia de 30% a 10%, y en América latina y el Caribe bajó de 18 % a 12%.

Cuando observamos la desnutrición infantil estamos mirando una de las dos caras de una moneda, que tiene en el otro lado a la pobreza. Aunque la desnutrición es el resultado de varias causas, en el Perú la principal es la falta de consumo de alimentos en la cantidad y calidad suficiente por largos periodos, muchas veces de manera generacional. Por esto tenemos a los desnutridos de nacimiento, que son los que nacen con bajo peso para la edad de gestación.

El hecho de que uno de cada tres niñas y niños menores de 5 años de hogares en extrema pobreza sufran de desnutrición crónica (baja estatura para la edad), en comparación con uno de cada diez niños y niñas que no son pobres, indica que son los bajos ingresos, asociados a otros factores de la pobreza, los principales causantes de esta situación. Otro aspecto de la desnutrición infantil es la carencia de los micronutrientes, donde como ejemplo tenemos el déficit de fierro, que ocasiona que la mitad de los niños y niñas padezcan de anemia.

Actuar aisladamente sobre la desnutrición, que es una consecuencia de la pobreza, sin enfrentar sus causas, nos dará resultados pasajeros; sería hacer la cirugía plástica a la pobreza y la desnutrición.

¿Cómo podemos explicar que alrededor de 10 millones de hogares carezcan de los ingresos suficientes para comprar alimentos para sus hijos, cuando al mismo tiempo tenemos reservas superiores a los 30 mil millones de dólares? No tenemos, como antaño, la justificación de ser un país miserable, por lo menos en lo que a recursos nacionales se refiere.

Necesitamos colocar un rostro humano a la pobreza y a la desnutrición, para dejar de hablar de cifras estadísticas y hacerla visible en cada centro poblado, distrito, departamento, precisando la situación actual en base a indicadores simples y montando un sistema de seguimiento de fácil comprensión y acceso público y transparente. Así, cada alcalde podrá saber cuántos niños y niñas desnutridos existen en su localidad, saber quiénes son, fijar metas de reducción, implementar las medidas para cambiar la situación y monitorear los resultados.

Infelizmente, ninguna sociedad contemporánea ha podido eliminar la desnutrición por completo, pero la reducción lograda en otros países o regiones nos muestra que sí es posible su disminución de manera significativa. Alcanzar ese objetivo nos permitiría acercarnos a la ilusión de ser una sociedad civilizada, equitativa y moderna, como la que pintan los discursos de nuestros gobernantes.

En caso no lo podamos hacer, nos queda la alternativa de aceptar la propuesta de Cristóbal Buarque, quien, durante un debate sobre la amazonía brasileña, propuso en el año 2003 la internacionalización de la infancia, para que sea la gobernanza internacional la que asuma su cuidado(1).

Dr. Oscar Castillo, médico pediatra, máster en derecho internacional y experto en proyectos de desarrollo internacional. Actualmente es Director de la Escuela de Gobierno y Liderazgo del Colegio Médico del Perú, docente en Gestión Pública y consultor de varios organismos internacionales de desarrollo.

(1) En una intervención en un foro internacional efectuado en los Estados Unidos, frente a la pregunta de si apoyaba la internacionalización de la amazonía, Cristóbal Buarque dió una respuesta memorable, una de cuyas partes fue: “…en sus discursos, los actuales candidatos a la presidencia de los Estados Unidos han defendido la idea de internacionalizar las reservas forestales del mundo... a cambio de la deuda. Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño del mundo tenga la posibilidad de comer, y de ir a la escuela. Internacionalicemos a los niños, tratándolos a todos ellos, sin importar el país donde nacieron, como patrimonio que merece los cuidados del mundo entero”.

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