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Castillo Torres considera que el empleo y los ingresos de las familias caerán de manera significativa

Ojalá que nos sirva de lección

Con la llegada del coronavirus al Perú se han tomado medidas económicas; y, al mismo tiempo, muchos peruanos se han visto afectados por diversas circunstancias desde distintos sectores. Acerca  de este panorama opina el economista Marco Castillo Torres, miembro del Grupo Inversión en la Infancia.

Esta pandemia del coronavirus es una bofetada para los gobiernos de los países como el nuestro. Se bajaron las cortinas y dejó al desnudo la precaria red de salud que como primera línea de defensa de vida tenemos los peruanos. Felizmente la disciplina fiscal mantenida durante más de treinta años nos permite contar con recursos para paliar la situación que enfrentaremos los próximos meses, sobre todo, para proporcionar ayuda económica directa a las poblaciones más vulnerables.

Las medidas que se están adoptando  servirán de contención, no evitarán que el 2020 sea un año en el cual varios sectores económicos presentarán retrocesos significativos; el empleo y los ingresos de las familias caerán de manera importante y lastimosamente se incrementará el número de peruanos en situación de pobreza. Nos queda la esperanza que lo señalado constituya una especulación, que acontezcan situaciones extraordinarias y favorables para nuestro país y que tales vaticinios no se cumplan, nos alegraría mucho equivocarnos.

Durante varios años tuvimos crecimientos importantes del producto, lastimosamente los últimos años dicho crecimiento se fue haciendo cada vez más insignificante, impidiendo atenuar brechas estructurales que nos acerquen al bienestar y desarrollo. Lo que creció absurdamente los últimos quince años fue el tamaño del presupuesto público, mayor burocracia y mayor corrupción.

Esa indeseada mezcla, aunada a una limitada asignación de recursos al sector salud han configurado la situación actual de contar con insuficientes y encima deficitarios centros de salud por miles de habitantes, pues la gran mayoría de nuestras postas y hospitales carecen de medios suficientes para proporcionar un servicio por lo menos digno para no hablar de calidad de atención a los ciudadanos.

Se nos ha pedido referirnos a las medidas que se vienen aplicando para afrontar la crisis derivada del coronavirus, especialmente las referidas a los subsidios a las poblaciones más vulnerables.

El bono 380 así como el bono independiente 380 de “yo me quedo en casa” son absolutamente necesarios, aunque no bastará una sola entrega, serán necesarias entregas adicionales pues los resguardos de inamovilidad social más la paralización de muchas actividades de pequeños negocios afectarán, sobre todo, a las poblaciones más vulnerables y al grueso de los trabajadores informales independientes de nuestro país.

A diferencia de la crisis bancaria de finales de los noventa que afectó sobre todo al sector formal de la economía, esta afecta a la sociedad en su conjunto. El gobierno ha desplegado un conjunto de importantes medidas por su alcance y magnitud; sin embargo, se requerirán otras adicionales mucho más focalizadas, pues los efectos de esta pandemia no podemos dimensionarla; sabemos sí, que nos causará enormes estragos en todo orden de cosas.

En estos días de seguimiento a datos del coronavirus debemos referirnos al de dos países, Alemania y otro comparable de la región, Chile. En el primero de ellos se han presentado 114 mil casos de personas infectadas, 47 mil recuperadas y 2 350 fallecidas. En Chile 5 500 casos de personas infectadas, 1 115 recuperados y 48 fallecidos. La infraestructura, cobertura y servicios de salud en tales países explican bajas siniestralidades. 

Tal circunstancia refleja la priorización realizada por tales gobiernos de invertir en salud como servicio esencial que un estado está obligado a proporcionar a sus ciudadanos por razones económicas, éticas y morales.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el presupuesto que los países asignen al sector salud, alcance por lo menos el seis por ciento del producto bruto interno. Nuestro país asigna alrededor del 2.5 por ciento. Es obvio que con tal realidad nuestro sistema de salud presente tanta precariedad. Dicha lacerante realidad es mucho más dramática en centros poblados, incluso costeros; pero sobre todo en el alto andino y selvático.

En estos días escuchamos decir con bastante frecuencia que ya nada será como antes. Seguramente debe ser cierto. Apreciamos un matiz esperanzador de mayor solidaridad y colaboración entre conciudadanos; anhelamos también, que el eje más importante de la acción y priorización futura corresponda a una intervención inteligente de un estado ágil, no paquidérmico e híper regulado, que profundice mecanismos de mercado para generar mayor desarrollo local: y, sobre todo situando como agenda pendiente a la urgente necesidad de atender a la niñez. Ellos son el futuro del país.

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