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OPINION
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La infancia en el gobierno de Ollanta Humala

Por: Carlos E. Aramburú*

Es indudable que el actual gobierno ha priorizado las políticas y programas sociales en su estrategia “Incluir para Crecer”. La inversión en programas sociales creció en forma importante entre 2011 y 2014. Ello ha permitido lograr avances importantes en la reducción de la pobreza monetaria, del 27,8% en 2011 a poco menos del 23% para el 20141; en la tasa de mortalidad infantil, de 20 a 19 por 1000 nacidos vivos; en la desnutrición crónica en menores de 5 años, de 19,5% a 14,6% y en la matrícula en educación inicial (3-5 años), de 71,5% al 81,3% durante el mismo período. 

Aunque la reducción de la pobreza ha dependido fundamentalmente del crecimiento sostenido de la economía durante la última década, su reciente desaceleración podría afectar estos resultados. Por el contrario, las mejoras en los indicadores de infancia dependen en mayor medida de la eficacia de los programas sociales. Sin embargo, hay dos aspectos a considerar. El primero es el de las brechas. En una sociedad tan desigual como la peruana, los promedios mienten. En efecto, si bien la pobreza monetaria es del 16% para los hogares urbanos, en el medio rural es tres veces mayor, afectando a casi la mitad de éstos (48%). La mortalidad infantil es el doble entre los hijos de madres analfabetas (34/1000 nacidos vivos) que entre las que tienen educación superior (17/1000 nacidos vivos); la desnutrición crónica es casi 10 veces mayor entre los hijos de madres analfabetas (45%) que entre las que cuentan con educación superior (4,7%). Etas son las cifras de la vergüenza que revelan a la clara que no basta con el crecimiento económico, que todavía tenemos una deuda pendiente con las familias más pobres, rurales e indígenas en su mayoría.

Un tema que merece especial atención es el de la anemia infantil (deficiencia de hierro en la sangre), que constituye una condición, no una enfermedad, de difícil detección, y que, cual fantasma silencioso, afecta el desempeño del niño en cuanto a su vitalidad y capacidad cognitiva. En el caso de la anemia, los resultados han sido menos halagüeños.  Los niveles de anemia afectan aún hoy a más del 34% de los niños entre 6 y 59 meses2, un nivel dos veces mayor que la desnutrición y que parece haberse estancado o aumentado ligeramente en los últimos años. También en este caso las brechas son significativas: en la Selva el 46% de los niños padecen de anemia, en la Sierra más del 43% y en la Costa menos del 29%3.

Todo ello no hace sino revelar que estamos aún muy lejos de la inclusión, en especial en el caso de los niños y niñas rurales, indígenas y pobres, quienes deben seguir siendo una prioridad para el próximo gobierno cualquiera que sea este. Se trata de un compromiso en el que todos los ciudadanos debemos participar. 

1INEI. Indicadores Sociales: www.inei.gob.pe.

2ENDES 2013, p. 294 cuadro 10.13.

3ENDES 2014.


*Carlos E. Aramburú, antropólogo,  profesor principal de la Pontificia Universidad Católica del Perú y miembro del Grupo Impulsor Inversión en la Infancia. 


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