La familia y la primera infancia

Por: Ricardo Morales

Hoy es ya una convicción ampliamente compartida en nuestros países la importancia del desarrollo infantil temprano, en los primeros años de vida en los que se establecen las bases para la maduración neurológica y la socialización de los seres humanos.

Cada vez se entiende mejor que la primera etapa de la vida es donde se establecen las condiciones de la “educabilidad”, que permite que los niños puedan lograr los aprendizajes en la escuela.

Son dos cambios fundamentales que se deben cumplir en la primera infancia:

- Un desarrollo cognitivo básico que está vinculado a una sana estimulación afectiva, a la nutrición y atención a la salud.

- Una socialización primaria que se da en la familia y que echa las bases para la educación en la escuela.

Vamos entendiendo, además, que la pobreza, sobre todo la pobreza extrema de las familias, tiene un efecto devastador en el desarrollo y en la educación de los hijos.

Esta situación de pobreza en nuestro país no es solo rural. Hoy la pobreza se ha urbanizado, con consecuencias que bloquean el rol necesario de la familia.

Existe una serie de hechos sociales que muestran esta grave situación: el aumento del trabajo de mujeres y niños; el empobrecimiento avanzado que genera movimientos migratorios, con problemas de vivienda: y la imposibilidad de satisfacer las necesidades esenciales.

A esto se añade la existencia cada vez más extendida de hogares uniparentales, y las luchas del género femenino que van replanteando los roles tradicionales asignados a la familia. Todo esto debilita la estructura familiar, vital para el desarrollo de nuestros niños en el comienzo de sus vidas.

Cuando insistimos en la necesidad urgente de invertir en la infancia, lo hacemos con la convicción de que las familias, en una proporción importante, no podrán, sobre todo en los sectores más pobres, garantizar a sus hijos las condiciones materiales de vida y la seguridad afectiva, que son indispensables para un buen comienzo en la vida.