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OPINION
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La desnutrición crónica infantil: ¿Cómo vamos?

La preocupación por la niñez, y no solo por nuestros hijos, es una señal inconfundible de cohesión y responsabilidad social. En el 2009 el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI)1 publicó un interesante trabajo sobre los determinantes de la desnutrición crónica infantil, uno de los problemas más serios que afecta a la primera infancia en el Perú. Las principales conclusiones de dicho estudio fueron:

"En zonas urbanas ninguno de los cinco factores contributivos (nivel socioeconómico del hogar, educación de la madre, condición nutricional de la madre, pobreza distrital y orden de nacimiento) más importantes ha mostrado cambios significativos en su grado de atribución. Lo más destacado ha sido un salto de 9 puntos porcentuales de contribución en el caso del NSE (nivel socioeconómico) entre 1991-92 y 1996; y una fuerte caída y posterior recuperación en la atribución de la educación de la madre entre 1996 y 2004-07. En zonas rurales, en cambio, existen grandes sobresaltos durante el periodo analizado, en mayor medida en el año 1996, donde el orden de nacimiento del niño y la tasa de pobreza distrital llegaron a explicar, conjuntamente, más del 50% de las desigualdades nutricionales existentes en ese año, en desmedro del NSE, cuyo poder explicativo se redujo en 20 puntos porcentuales (de 46% a 26,8%) desde la medición anterior. En este ámbito geográfico, el NSE es definitivamente el factor explicativo más importante (53,8% en 2004-07), seguido de la educación de la madre (24,5% en el mismo periodo)"

Con nuevos datos proporcionados por la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES)2 2011 podemos evaluar brechas y avances. La desnutrición crónica infantil bajó del 31% en niños menores de 5 años en 2000, al 19,5% en 2011. Pero las brechas persisten. La edad más vulnerable es entre 18 y 23 meses, en que la tasa crece al 28,6%, pues el niño depende menos de la lactancia materna y más de la ablactancia, que supone no solo mayores recursos sino mejores prácticas de alimentación y crianza. Los  niños nacidos con un intervalo menor a 2 años de su hermano/a anterior tienen el doble de desnutrición (30,2%) que los nacidos luego de 4 años o más del nacimiento anterior (15,9%.). Ello revela el peso de la planificación familiar para mejorar la salud infantil. Los niños con baja talla al nacer tienen casi 3 veces mayor probabilidad de estar desnutridos que los que nacen con talla normal (41,4% frente a 15%). Si la madre está desnutrida, la probabilidad que su hijo/a sufra también de desnutrición es casi el doble de si tiene peso normal o incluso tiene sobrepeso  (28,4% vs. 15,8%). Los niños que consumen agua sin tratamiento tienen tasas de desnutrición superiores al 31%, frente a solo el 5% de los que consumen agua embotellada (6 a 1), y lo más relevante: entre las madres analfabetas y pobres la desnutrición crónica de sus hijos varía entre 54% y 43,5%, frente a solo 5,4% al 2,4% entre madres con educación superior y pertenecientes al 20% con mayores ingresos: ¡una brecha de más de 12 veces!

Ello supone para los gobiernos regionales y locales priorizar la atención no solo en la primera infancia, sino también en sus madres y familias: la mejora de los ingresos para la mujer rural, su educación, el acceso a agua limpia, y a la planificación familiar, así como una cultura adecuada de alimentación y crianza infantil, son indispensables no solo para mejorar promedios sino para reducir brechas. De eso se trata cuando hablamos de equidad.

1 INEI. "Factores sociales que explican las deficiencias nutricionales en nuestros niños", Lima Oct. 2009.

2 ENDES. Perú: Encuesta Demográfica y de Salud Familiar 2011. Lima, mayo 2012.

Carlos E. Aramburú: antropólogo, profesor de la Universidad Católica y miembro del Grupo Impulsor Inversión en la Infancia.

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