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OPINION
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La crisis global que nadie ha oído hablar: el retraso en el crecimiento de la primera infancia

La desnutrición crónica tiene efectos permanentes en el desarrollo del cuerpo y cerebro de los niños y niñas. Este problema, que afecta a millones de niños en el planeta, ha sido objeto de muy poca atención durante mucho tiempo.



Supongamos que yo les pida que imaginen un tribunal en el cual un juez severo mire con indiferencia a un bebé y, sin miramientos, lo condene a la muerte o a una vida más corta que la de otros niños, con una deficiente capacidad cognitiva, con una mayor susceptibilidad a adquirir enfermedades, con una menor capacidad de aprendizaje en el colegio y a tener un menor ingreso durante su vida adulta.

Por supuesto que usted diría que eso es inimaginable. ¿Qué juez, o ser humano, sería capaz de hacer tal cosa? Sin embargo, esto es lo que está ocurriendo actualmente con 180 millones de niñas y niños menores de cinco años, cuyos cuerpos y mentes están limitados por el retraso en su crecimiento. Este mal, también denominado “cortedad de talla”, es el resultado de las deficiencias que acarrean la desnutrición crónica. Un niño de cinco años afligido por este retraso es en promedio 10 a 15 centímetros menor que un niño sano y nutrido.

Sin embargo, la talla es el menor de sus problemas: Un niño con cortedad de talla, por ejemplo, tiene 5 veces mayor probabilidad de morir por diarrea que un niño que no sufre de esta deficiencia, dado los cambios psicológicos sufridos en un cuerpo desnutrido. La cortedad de talla también está asociada con el retraso en el desarrollo del cerebro.

El cerebro de un niño con retraso en el crecimiento tiene menos células. Estas células de por sí ya son menores y la interconectividad entre ellas es más limitada. Esto lleva a un funcionamiento inferior permanente del cerebro, que por consiguiente lleva a una capacidad de aprendizaje limitado. Considerando estas graves consecuencias, el problema de la cortedad de talla ha recibido durante mucho tiempo, muy poca atención.

Si usted no ha oído de este problema, no se preocupe, usted no es el único. Recientemente mencioné el problema de la cortedad de la talla en una reunión con centenares de expertos médicos y pude observar un gran número de caras asombradas en la audiencia. Para mi sorpresa, menos de la mitad del público levantó la mano cuando pregunté si estaban familiarizados con este problema. El daño físico y cognitivo causado por no recibir el número adecuado de nutrientes, especialmente durante los dos primeros años de vida y también durante la gestación, es permanente. No puede ser tratado. Pero puede ser prevenido y a un costo relativamente bajo.

La cortedad de la talla es tan común en algunas regiones que algunas veces esto es confundido con herencia genética en lugar de una condición médica prevenible y que debe ser tratada. Sorprendentemente, 21 países concentran el 80 por ciento del problema alrededor del mundo. En seis países (Afganistán, Burundi, Etiopía, Madagascar, Timor Oriental y Yemen), el 50 por ciento o más de las niñas y niños menores de 5 años sufren esta condición. En Afganistán, un preocupante 59 por ciento de niños menores de 5 años tienen el problema de la cortedad de talla.

¿Cómo una comunidad, una nación o un continente puede aspirar a desarrollar la plenitud de sus potencialidades si es que sus niños no lo pueden hacer? Por otro lado, ¿cómo es posible que aquéllos que viven en sociedades que no se encuentran tan afectadas por este problema, retengan asistencia para combatir la cortedad de talla en países en vías de desarrollo? Nosotros sabemos que este problema puede ser afrontado al proveer a las madres gestantes, los recién nacidos y los infantes, con nutrientes vitales, como proteínas, grasas, vitaminas y minerales, como la vitamina A, hierro y zinc.

En el 2008, el Consenso de Copenhague reunió a expertos económicos de todo el mundo, concluyendo que los programas destinados a la provisión de micronutrientes vitales para la primera infancia es la política con mayor costo-beneficio para la implementación de un sistema de bienestar global.

Gracias al liderazgo exhibido por varios gobiernos, el desarrollo económico en algunos países y el aporte del Movimiento para el Fomento de la Nutrición, ha habido algunos avances. La prevalencia de la infancia con retraso en el crecimiento en los países en vías de desarrollo ha bajado del 40 por ciento en 1990 al 29 por ciento en el 2008. El año pasado, el número de países que han decidido implementar estrategias nacionales para reducir la cortedad de talla ha aumentado. Pero aún falta mucho camino por recorrer. Supongamos que los 180 millones de niños que sufren de cortedad de talla vivieran en una sola región. ¿No sería considerada esta como una de las mayores emergencias en el mundo?


Anthony Lake, director ejecutivo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)

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