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ENTREVISTA
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Patricia Ames, investigadora del Instituto de Estudios Peruanos

“Una ley que prohíba todo tipo de violencia contra la infancia es fundamental”

"Socialmente consideramos legítimas diversas gamas de violencia contra los niños", señaló Patricia Ames.
Entrevista: Carlos Noriega

Patricia Ames, antropóloga e investigadora del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), analiza el problema de la violencia contra la infancia. Autora del estudio “Entre el rigor y el cariño: infancia y violencia en comunidades andinas”, realizado en Ayacucho, Ames cuestiona la falta de información a nivel nacional sobre la magnitud de este problema, habla sobre la legitimidad social de la violencia contra los niños, analiza los patrones de violencia, se refiere a las acciones necesarias para prevenir este grave problema, entre otros temas. 


Existen estudios parciales y focalizados sobre el la violencia contra la infancia, pero no hay información a nivel nacional que nos permita conocer la magnitud de este grave problema. ¿Por qué esta falta de información sobre un tema tan importante? ¿Eso refleja un desinterés del Estado frente al problema de violencia que sufren los niños?

Creo que esta falta de información refleja la invisibilidad que tiene el tema de la violencia contra la infancia, que hasta cierto punto es considerada como algo legítimo que solo llama la atención cuando llega a casos extremos.

¿Hay una aceptación social de la violencia contra la infancia?

Hay una legitimidad bastante amplia respecto al uso del castigo físico como método de crianza. Socialmente consideramos legítimas diversas gamas de violencia contra los niños. Pero ahora hay todo un movimiento de decir: no, detengamos todas estas gamas de violencia infantil. Lamentablemente, somos una sociedad muy abusiva con los niños, aún los consideramos de nuestra propiedad.

¿Esa aceptación social también se releja en una aceptación del Estado de esta violencia contra la infancia? 

Sí, esa aceptación se refleja, por ejemplo, al no querer reconocerla. En mis trabajos en el sector Educación me sorprendí mucho al ver la ley contra el bullying, la ley de convivencia escolar, y que no se mencione nada sobre una prohibición clara a los maestros respecto de no ser violentos contra los niños. En los estudios que hemos hecho en algunas comunidades hemos  encontrado que los maestros emplean la violencia como método de corrección de los niños al interior de la escuela. Que el Estado no sancione y diga claramente que eso no se debe hacer en nuestras escuelas, es sintomático, es un mensaje de aceptación de esa forma de violencia.

¿Si queremos enfrentar con seriedad y eficacia el problema de la violencia contra la infancia es fundamental que el Estado invierta, como primer paso, en tener la información necesaria a nivel nacional para conocer la magnitud y características de este problema? 

Sí, creo que eso es fundamental. Sobre todo en la forma que ahora se están gestionando las políticas públicas, donde se exigen evidencias para cada programa. Si queremos implementar un programa de disminución, de prevención, de control de la violencia infantil, vamos a necesitar datos para respaldar este programa… 

¿Mientras exista esta falta de información no podremos tener una estrategia eficaz de prevención de la violencia contra la infancia?

Así es, efectivamente, porque sin información no sabemos dónde estamos y adónde vamos. En este momento los datos son muy dispersos, muy fragmentarios. Incluso los lugares donde se puede denunciar esta violencia son varios: la comisaria, la DEMUNA (Defensoría Municipal del Niño y Adolescente), el CEN Mujer…

¿Un problema es que estas instituciones públicas donde se pueden denunciar los casos de violencia contra la infancia no tienen los mismos criterios para procesar estas denuncias, evaluar esta violencia y responder frente a ella? 

Efectivamente, hay distintos criterios, no hay un formato común para recoger la información. Y la información está en distintos lugares, no hay cómo centralizarla. También hay que hacer un trabajo importante con autoridades, porque muchas autoridades a las que hemos entrevistado -en estudios que hemos hecho en Ayacucho y Huancavelica en los últimos meses- que están encargadas de la administración de justicia frente a casos de violencia infantil, han sido criados desde una visión que legitima esa violencia infantil y no la ven como un problema, entonces pueden tender a no registrar los casos de violencia denunciados.

Patricia Ames afirmó que "en este momento los datos (sobre violencia contra la infancia) son muy dispersos, muy fragmentarios".
¿Las denuncias de casos de violencia contra la infancia vienen aumentando? ¿Un incremento de denuncias refleja un aumento del problema o no necesariamente?

Estamos en un momento contradictorio, porque pueden aumentar las denuncias de violencia contra la infancia, pero quizá eso no sea un mal indicador, porque es posible que eso no signifique que esta violencia haya aumentado, puede ser que ese incremento de denuncias nos esté indicando que ahora hay más conciencia de que eso es un problema y por eso ahora se denuncie más.

¿Cómo ve la política del Estado frente al problema de la violencia contra la infancia? 

Creo que hay avances. Por ejemplo, en el último PNAIA (Programa Nacional de Acción por la Infancia) una meta emblemática es una infancia libre de violencia. Creo que es el cuarto PNAIA que tenemos y es la primera vez que se incluye una meta así. Eso es un avance importante, significativo…

¿Y ese avance declarativo cómo se está manifestando en acciones concretas? 

Es importante que ya se haya visibilizado el problema al convertirlo en una meta emblemática del PNAIA. Sé que se están buscando fondos para hacer una encuesta nacional sobre la violencia contra los niños. Ha habido, en ese sentido, algunas iniciativas en los últimos diez años, por ejemplo, una encuesta sobre violencia sexual de niños y adolescentes. Hay búsquedas en algunos ministerios y de coordinación intersectorial para recoger esa información. Eso creo que muestra interés y avances. 

Este año usted ha presentado un estudio sobre violencia contra la infancia, llamado “Entre el rigor y el cariño: infancia y violencia en comunidades andinas”, que se centró en Ayacucho.  ¿Cuáles son las conclusiones de este estudio sobre la violencia contra la infancia en las zonas andinas, que es donde se realizó esta investigación? 

Nosotros hicimos una investigación en cuatro comunidades de Ayacucho; dos de ellas habían recibido cierta atención de un programa especial de apoyo familiar, y las otras dos no la habían recibido. Queríamos compararlas. Encontramos que en todas las comunidades había presencia de violencia doméstica, tanto de violencia de pareja, que también termina por afectar a la infancia, y de violencia infantil hacia los niños.  Pero hemos visto que en las comunidades que han tenido una intervención que ha ayudado a reducir los niveles de estrés en las familias, a mejorar las relaciones en las familias, a distribuir mejor las tareas al interior del hogar, empiezan a desaparecer formas severas de violencia, se reportan formas ligeras y moderadas de violencia, pero desparecen las formas severas y no encontramos casos de negligencia, que es la desatención de los niños, sobre todo de los más pequeños, que puede llevarlos a la enfermedad e incluso a la muerte. Por el contrario, en las comunidades donde no se ha intervenido con programas dirigidos a las familias, se puede ver que todavía existen casos de negligencia y de violencia severa. También encontramos que había distintos tipos y grados de violencia…

¿Cuáles son los principales tipos de violencia contra la infancia?

Nosotros hemos trabajado con cuatro tipos diferentes de violencia: la violencia psicología, que tiene que ver con insultos, amenazas; la violencia física, que implica daño al cuerpo; la violencia sexual; y la negligencia, que es la falta de atención, de cuidado, a un niño pequeño, lo que puede ocasionar un daño permanente o irreversible, o incluso la muerte. También hemos encontrado que ha habido muchos cambios en los últimos años…

¿Cuáles son esos cambios? 

Con todos los adultos con los que hablamos, sobre todo con los que tenían más de 40 años, recordaban un tiempo pasado donde había mucha más violencia que hoy. Y más bien los más jóvenes, los menores, recapitulaban que ahora había muchos cambios,  nuevos discursos sobre cómo atender y educar a los niños sin violencia.

¿El estudio concluyó que hay una tendencia hacia la disminución de la violencia contra la infancia? 

Exacto, habría esa tendencia. Pero eso no significa que esa disminución ha sido algo automático, ha habido mucho trabajo de muchas instituciones, personas, del Estado, de la sociedad civil, para ir incorporando información, conocimientos, recursos, que permitan una crianza sin violencia. Una conclusión interesante y positiva es saber que el patrón de la violencia no es algo inevitable, que se puede transformar y cambiar. 

En los años ‘80 y ‘90, Ayacucho fue epicentro de la violencia política que afectó muy duramente a una población que se vio atrapada entre dos fuegos. Muchos de los que eran niños y jóvenes en esos años ahora son padres. ¿Qué impacto ha tenido esto en la violencia familiar? ¿Qué relación hay entre haber crecido en un contexto social violento y el ser un adulto que ejerce violencia contra sus hijos? 

Sobre eso tenemos evidencias contradictorias. Hay niños que han crecido en ese contexto de violencia, que ahora de adultos la reproducen con sus hijos. Pero, por otro lado, tenemos a otros niños que también han crecido en esa época de violencia, que han sufrido violencia, que la han sentido, y eso podría llevarnos a pensar que también van a  reproducir esa violencia con sus hijos, pero al mismo tiempo también han sufrido orfandad, miedo, debilidad de los lazos familiares, y ahora como padres tratan de contrarrestar eso y ofrecer otra cosa a sus hijos, entonces tratan de fortalecer los lazos familiares, de no ser tan duros con sus hijos. Es una reacción contra lo que les ha tocado vivir.

Y entre estas dos respuestas frente al contexto de violencia en el que los niños y jóvenes de esa época crecieron: la de reproducirla contra sus hijos, o la de reaccionar con un rechazo a la violencia, ¿cuál de las dos pesa más?

Es difícil establecerlo. Siento que necesitamos más información para dar una respuesta contundente. Donde sí hemos visto que pesa más el replicar violencia es en el caso de la violencia de pareja. Donde ha habido esta violencia política, los adultos de hoy tienden a ser violentos contra su pareja. Esto muchas veces está asociado al consumo de alcohol, el cual también está claramente asociado a esa vivencia traumática que han sufrido.

¿Esa violencia contra la pareja es un factor que incrementa la violencia contra los hijos?

Si, así es. Además, en el estudio hemos considerado que la violencia de pareja es también una forma de violencia infantil, otros investigadores extranjeros también lo consideran así, porque los niños, sobre todo los más pequeños, no pueden elegir no estar allí, no ser testigos de esa violencia, y son violentados al ver como violentan a su madre.

¿Y los niños que son víctimas de violencia, cuando son adultos tienden a reproducir esa violencia contra sus hijos?

Varios estudios a nivel internacional muestran que cuando un niño sufre de violencia tiene más probabilidades de ejercer violencia cuando es adulto o de ser víctima de violencia. Eso es muy claro en el caso de las mujeres. Las mujeres que han sido maltratadas cuando eran niñas tienden a ser
"Cuando un niño sufre de violencia tiene más probabilidades de ejercer violencia cuando es adulto o de ser víctima de violencia", indicó Patricia Ames.
víctimas de violencia de parte de su pareja. Pero esas son probabilidades, no es algo determinante. Hay muchas personas que logran cambiar el patrón de violencia que han sufrido. 

Cuando se habla de violencia contra la infancia se suele pensar en la violencia física, pero no se considera el maltrato psicológico como una forma de violencia… 
Así es, en las comunidades con las que hemos trabajado es la violencia física la que se identifica como violencia, pero, efectivamente, la violencia psicológica, por lo general, no es reconocida como tal. Muchas veces naturalizamos la violencia cotidiana, los gritos, la agresividad que sufrimos diariamente en nuestras interacciones; debemos comenzar a cuestionar esa violencia, porque no es una forma natural de relacionarnos y afecta el desarrollo del niño que la sufre. Los niños violentos no inventan de la nada un comportamiento violento, eso sale de la violencia del entorno que los rodea. Como sociedad tenemos que reconocer nuestro rol educador: los niños están aprendiendo lo que les estamos mostrando de las relaciones entre los adultos.

Se señala que la violencia familiar es mayor en las zonas rurales que en las urbanas. ¿Eso es así, o esa afirmación parte de un prejuicio? 

Las estadísticas que existen muestran una mayor prevalencia de violencia familiar en las zonas rurales por declaración de las madres. Es posible que en las zonas urbanas haya más conciencia de que esa violencia no es legítima y que por esa razón esté más oculta la violencia contra los niños y no se declare. Un resultado muy importante de este estudio que hemos hecho en comunidades de Ayacucho es haber encontrado en las categorías y tradiciones de las poblaciones andinas elementos para afianzar las estrategias más positivas de crianza y dejar de lado las estrategias que involucran violencia. 

¿Cuáles deberían ser las acciones inmediatas del Estado para tener una estrategia eficaz frente a la violencia contra la infancia?

Debemos apostar por la prevención, no esperar a que la violencia suceda y dar una respuesta que penalice, que castigue, hay que actuar antes de que la violencia suceda. Hay que identificar qué factores llevan a la violencia y poder controlarlos, reducirlos. Son muy importantes las intervenciones tempranas, de hecho los primeros años de vida de un niño son los más estresantes para los padres, porque los niños dependen más de que los demás los cuiden, entonces es en esos años en los que más se pueden producir situaciones de violencia. El apoyo que se les pueda dar a las madres en términos de recursos para la nutrición, la estimulación y cuidado infantil, ayuda mucho a la actuación de la madre frente a los niños y reduce la incidencia de la negligencia. Afortunadamente ya se están implementos muchos más programas de ese tipo, como Cuna Más y otros programas de apoyo a la madre. Otra estrategia importante es diferenciar grupos de edad; para los niños pequeños es importante la estimulación temprana, la nutrición, para los adolescentes es muy importante la prevención de violencia sexual.

La legislación peruana actual permite el “castigo moderado” a los niños, lo que diversos analistas han señalado es una puerta abierta para la violencia contra la infancia. Una ley no cambia la realidad, pero ¿qué impacto tendría en la prevención de la violencia contra la infancia una ley que prohíba todo tipo de castigo físico y trato humillante contra los niños?

Una ley que prohíba todo tipo de violencia contra la infancia es fundamental. Es cierto, la ley no es una varita mágica que cambia la realidad, pero posibilita que la realidad cambie. El que exista una ley que sancione claramente lo que se puede y lo que no se puede hacer ayuda a transformar las acciones de las personas.

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