Qué importante es tener presente a los niños más chicos cuando hay elecciones.

Estamos en uno de esos tiempos privilegiados que nos llegan de vez en cuando: el tiempo de las elecciones. Según dicen los entendidos hemos dado el paso de los insultos al de las propuestas (no me parece del todo cierto, pero algo de eso hay).

Y cuando hablamos de propuestas, los que tenemos la preocupación por la primera infancia vemos la oportunidad de poner el tema sobre la mesa. No puede ser que este tema no se vea en todas sus dimensiones fundamentales. Por experiencia sabemos que la primera infancia es de los temas que olvidamos con suma facilidad, pues los niños no reclaman, ni insultan, ni toman carreteras, ni sacan comunicados en los periódicos.

Sin embargo, los especialistas de verdad nos han convencido que esa edad primera de los humanos es decisiva para su presente y futuro. Lo que se hace, o lo que no se hace, tiene o tendrá repercusiones muy grandes para la vida de esa persona. Y esto no sólo desde el punto de vista corporal, sino también en lo que a la formación espiritual se refiere. Es el tiempo de los encaminamientos.

Muchos de nosotros tenemos que confesar que no hemos tenido o no tenemos una conciencia muy lúcida en estos temas. Para muchos de nosotros la primera infancia es la que comienza cuando el niño entra a la educación inicial. Antes de eso es un asunto de procurar que el niño coma bien, que no llore y que no moleste; algunos, iniciados, piensan, no sin razón, que hay que cuidar los juguetes pues unos son educativos y otros no. Y allí termina el asunto.

Cuando a los padres de familia les hablamos de las proteínas, de anemia, de nutrición adecuada, de estimulación temprana, de necesidad de afecto que construya personas, entonces les estamos hablando de algo más complicado e indispensable para la verdadera formación de un ser humano. Si a esto le sumamos la necesidad de vacunas, de vigilancia del peso y de la talla, puede parecer una exageración para quien no quiere complicarse con la vida de su familia.

Pero cuando a uno le explican que en nuestra tierra hay gente con cretinismo por la falta de elementos indispensables para el crecimiento de las personas; cuando uno aprende que la falta de yodo lleva a problemas de enfermedades que en otras partes ya no existen y que es tan fácil la solución, entonces uno siente la urgencia de hacer que todas las autoridades tengan un interés por la primera infancia.

Hay cosas que los gobiernos locales y regionales pueden hacer o vigilar que se hagan, como que nuestra sal tenga la dosis de yodo indispensable para la salud de la población; que no se vendan en nuestras farmacias medicamentos cuyo tiempo de uso fructuoso ya haya expirado; que se cumpla con los programas condicionados como JUNTOS, que exige la asistencia de los niños a la escuela y a los centros de salud. Pero hay algo para lo que necesitamos campañas mucho más inteligentes: hacer que los padres y las madres de familia se convenzan que deben dar una cuota de afecto indispensable para el crecimiento como personas de sus propios hijos.

A muchos de los personajes políticos les puede perecer fuera de foco. Lo que quieren ellos es mostrar cosas que se vean: una plaza, un monumento, un camino, y mil cosas de ese estilo, pero preguntarse por la forma de hacer personas lúcidas que sepan amar y ser amadas es ya harina de otro costal. Sin embargo, esta es la base del desarrollo y del crecimiento de una nación tan postergada como la nuestra.

Queremos ver a nuestros candidatos hablando de cosas serias y no de lo secundario para la vida de los más pobres. Son los más pobres los que más dependen de lo bueno o malo que haga una autoridad, pero no son los únicos.

Podríamos decir que tenemos que exigirles a todos una coherencia muy grande frente a las necesidades de las personas que forman nuestros pueblos. La educación, la salud, el empleo, el desarrollo, tienen sentido si es que hay una preocupación real por los pequeños de cero a tres años.

R.P. Gastón Garatea, coordinador del Grupo Impulsor de Inversión en la Infancia. Fue Presidente de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza. Fue presidente de la Conferencia de Religiosos del Perú y vicepresidente de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos. Ha sido director del Colegio Recoleta y del Instituto de Pastoral Andina, en el Cusco. También fue comisionado de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.