Evaluar para mejorar

Por: Santiago Cueto 

En las evaluaciones del rendimiento escolar, tanto a nivel nacional como internacional, los resultados han sido en general insatisfactorios, por decir lo menos. De manera consistente estos resultados han mostrado grandes brechas de rendimiento entre estudiantes urbanos y rurales, no pobres y pobres, hablantes de castellano y de lenguas indígenas, a favor del primer grupo en cada par. Los pocos estudios sobre las causas subyacentes sugieren que los grupos con menor rendimiento tienen en general inferiores oportunidades educativas. De este modo, el sistema educativo peruano no estaría logrando equiparar oportunidades y resultados entre diversos grupos.

El gobierno peruano acaba de anunciar progresos en el rendimiento escolar de los estudiantes de 2º grado, en relación con los resultados de años previos. Cualquier mejora debe ser reconocida como un logro y aplaudida, pero queda la pregunta de si las brechas entre estudiantes de los grupos mencionados han disminuido. Así como hay dudas de si el incremento en el PBI nacional “chorrea”, habría que preguntarse si los avances educativos han llegado a todos. El gobierno no ha difundido aún el reporte completo de evaluación, por lo que no tenemos una respuesta.

No existen datos similares a los anteriores para niños y niñas entre 0 y 6 años. Por ejemplo, no se tienen datos nacionales confiables de niveles de desarrollo o aprendizaje (aunque el Ministerio de Educación ha hecho un estudio para niños de 5 años en educación inicial, que debería publicar en el transcurso del presente año). Si bien se cuenta con evaluaciones de impacto de algunos programas, en general los diseños de evaluación y/o análisis de resultados no permiten en muchos casos una atribución causal (tal programa promueve mejoras en tales aspectos del desarrollo individual y social de los niños y niñas).

Sin embargo, esto no ocurre solamente en el Perú. Por diversos motivos, la mayor parte de programas de intervención social en general, y los de desarrollo infantil en particular, carecen de evaluaciones de impacto sólidas. Asimismo, solo unos pocos programas en el Perú realizan monitoreos de progreso, como por ejemplo Wawa Wasi, que posee sistemas y datos de cada uno de los niños y niñas que participan en el programa.

La anterior situación estaría por cambiar. Internacionalmente, en años recientes se ha ido fortaleciendo un movimiento a favor del desarrollo de políticas sociales basadas en evidencias. Esta corriente ha resultado en el aumento de fondos para evaluaciones de impacto sólidas, en portales de internet que resumen los estudios más rigurosos, y en un número creciente de conferencias y revistas que vinculan políticas y evaluación.

La intención no es que la evaluación o investigación dicte lo que se debe hacer. Se reconoce que se deben considerar múltiples factores, incluyendo la coyuntura política, la disponibilidad de recursos humanos y financieros, y el marco legal, entre otros.

De lo que se trata es de promover que se use la evaluación como uno de los insumos en el desarrollo y revisión de políticas, buscando incrementar su eficacia y eficiencia. Para ello, no solo hay que facilitar la ejecución de estudios rigurosos con niños entre 0 y 6 años, sino también propiciar la comunicación entre evaluadores o investigadores y funcionarios vinculados a políticas públicas. Esto sí es posible, a pesar de que a menudo se diga que pertenecen a dos culturas, con pocos elementos en común para el diálogo.

Si revisamos los resultados educativos mencionados al inicio, podríamos esperar que los principales retos que deberían superar los programas de desarrollo infantil en el Perú estén relacionados a la iniquidad. Esto pasaría seguramente por mejorar las políticas y programas actuales o diseñar nuevos. La evaluación e investigación sobre desarrollo infantil puede dar información relevante para el cumplimiento de los objetivos trazados en cada caso.