Edición 15
Diciembre de 2009
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OPINION
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Un irlandés y el refrán de mi padre

Por: Gustavo Rodríguez

Hacía un sol fuerte cuando tuve la fortuna de escuchar a John Bruton hace tres años en Arequipa. Yo sabía que había sido Primer Ministro de Irlanda, el país europeo que causó la admiración de los entendidos cuando transformó pobreza en desarrollo en solo unas décadas. Lo que no sabía era que su discurso me iba a dejar ilusionado y preocupado al mismo tiempo: entre los ingredientes de su receta para saltar al desarrollo, se le coló una impresión que se había llevado de nuestro país durante esos días.

-¿Saben lo que más me ha llamado la atención del Perú?

El auditorio sonrió expectante. ¿Sería la comida? ¿La amabilidad de la gente? ¿El transporte caótico? Hizo una pausa larga, sonreída, y por fin respondió.

-La cantidad de niños que tienen aquí. Si los cuidan y educan bien, habrán dado el paso más importante para el desarrollo.

En verdad cito de memoria, pero juro que aquel fue el sentido de sus palabras. 

Fue en ese momento cuando el sol fuerte de afuera se nubló algo en mi interior: nuestro país suele pensar en el corto plazo. Lo vemos en cada eliminatoria de mundial, donde hacemos cálculos cuando ya la suerte está echada. Lo vemos en las sospechosas obras de último minuto que hacen nuestras autoridades cuando se acerca una elección. Además, por culpa de un mal servicio educativo, el Perú no está acostumbrado a desarrollar abstracciones: como electores nos es más fácil “comprar” estas obras hechas en concreto, que capacidades intangibles en nosotros mismos. Lo percibimos cuando nuestras autoridades cosechan más aplausos inaugurando un insólito mirador turístico, que invirtiendo en niños, cuyos frutos se verán más allá de las elecciones.

¿Tomaremos el consejo de Bruton que, más que una genialidad, es un ejercicio de sentido común? Si está demostrado que los demonios que persiguen a los adultos se generan en la niñez, ¿por qué, entonces, no nos abocamos a combatirlos en esa etapa, antes de que nos llenemos de analfabetos funcionales, tiranos sin capacidades, adictos a sucedáneos? Si se sabe que el cerebro humano se termina de formar en los primeros cinco años, ¿por qué estamos rodeados de campañas para entrar a la universidad en lugar de campañas para estimular el aprendizaje temprano? Si el último censo dice que cada vez son más las peruanas que trabajan, ¿por qué no estamos generando espacios donde sus niños puedan estar bien cuidados y seguros?

Mi padre tenía una frase que resume lo que trato de decir: “árbol que crece torcido, nunca su tronco endereza.” Cuando veo a algún jardinero amarrando un palito al tallo todavía joven de un arbolito, pienso que eso es invertir en la infancia: hacerlo más tarde, será muy tarde.

Y ya que mencioné aquella frase, permítanme terminar con otra más conocida: “Lo que mal empieza, mal acaba”.

Invertir en la infancia es, de alguna forma, invertir esa oración: “Lo que bien empieza, bien termina”.


Gustavo Rodríguez, publicista y escritor. 


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