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OPINION
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Promesa y posibilidad de un país sin exclusión

El discurso inaugural del presidente Humala ha puesto a la inclusión social y al derecho de los niños y niñas en el centro de su mensaje. Reafirmó en muchos pasajes del discurso sus propuestas de campaña, presentándose como un personaje coherente.

Alienta en un país como el nuestro, donde la tasa de pobreza más alta está concentrada entre los niños - 700 mil en situación de desnutrición crónica así lo confirman -, que  un primer mensaje presidencial afirme que la lucha contra la desnutrición infantil será prioridad, apoyada con la implementación de un programa de nutrición que comprenderá desayunos y almuerzos en las escuelas.

La asociación del mensaje presidencial con la niñez representando el futuro se manifiesta en la siguiente frase: “Asumo este reto como un desafío y como una promesa que expreso hoy ante todos los peruanos, y especialmente ante mis hijos y ante todos los niños y niñas del país, que serán el futuro de esta nación. Este es nuestro patrimonio más rico. Por ellos y para ellos voy a cumplir mi promesa de hacer de este país un lugar donde todos disfruten del mismo derecho a la plenitud y a la felicidad, a una vida digna y a una vejez protegida”.

Sin embargo, erradicar la exclusión social hasta que tal expresión “… se borre para siempre de nuestro lenguaje y de nuestra realidad” es un desafío gigantesco que demandará políticas inclusivas sostenidas durante varios gobiernos que complementen o refuercen la obra de los anteriores. Es una meta de largo plazo que sobrepasa las posibilidades de los próximos cinco años. Más, lo importante será comenzar bien esta tarea.

La creación de un nuevo Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social debe ser oportunidad singular para dar más fuerza y ordenar el sentido y la acción de múltiples programas de inclusión social hasta ahora dispersos y escasamente efectivos.

Otra opción positiva es la de concentrar en los 800 distritos más pobres el programa Juntos y la creación de Cuna Más para los niños de 0 a 3 años, con la idea de ampliar gradualmente su área de acción. Asimismo, tiene valor visibilizar más y dar importancia estratégica a la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales.

En la ejecución de estos y otros programas se verificará si la opción del nuevo gobierno se limita a dar mayor preeminencia al Estado o procurar también que haya un mejor Estado, a través de una idónea gestión pública, sin visos de corrupción.

Del mensaje no se infiere con claridad la conexión entre la política económica y la inclusión social, que demanda un Estado mucho más activo y que sectores como los de educación y salud eleven sustantivamente sus presupuestos. En el discurso presidencial las prioridades parecen ser otras. Si optar decididamente por políticas de inclusión supone más recursos fiscales, no son comprensibles anuncios como el de la primera vicepresidente negando la posibilidad de más impuestos. No podrá haber más gasto social sin recaudar mayores impuestos.

El mensaje no da muchas luces en materia educativa y cultural. Ni una palabra sobre el Proyecto Educativo Nacional que el candidato Humala hizo suyo en la campaña electoral y que se distingue precisamente por constituir una clara opción por la inclusión educativa sin afectar la calidad de los servicios. La actual cultura de exclusión social, recordémoslo, no es producto sólo de factores económicos; tiene también orígenes en la desigualdad de oportunidades educativas y, hasta hoy, en el menosprecio oficial por las culturas y lenguas originarias.

El país ha dado a su gobierno la exigencia de asumir una nueva forma de hacer política, un mandato de cambio y real transformación. “Restablecer el valor de la palabra empeñada ante el pueblo constituye el eje de la recuperación de un sistema de valores éticos inherentes a la República” afirmó el presidente Humala. Acompañémoslo a concretar tal palabra empeñada, sin bajar la guardia en materia de observación y demandas ciudadanas para el cumplimiento de promesas.

Si a la voluntad política se suma la voluntad de concertar dando importancia al diálogo y a recibir el aporte de los actores sociales y privados, podemos esperar sea realidad el inicio de una efectiva política nacional contra la exclusión, haciendo del Perú una patria de todos.

La precisión de las líneas centrales del discurso inaugural y la posible reparación de ausencias - particularmente las metas sobre el cierre de las brechas en educación y salud que garanticen una inclusión sin retorno a la pobreza - se podrán evaluar en un primer momento cuando, en un mes, el gabinete Lerner presente ante el Congreso el correspondiente plan de gobierno.


José Rivero, educador y miembro del Grupo Impulsor Inversión en la Infancia.


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