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OPINION
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Apostando a ganador

Gustavo Yamada y Ricardo Montero

Según los resultados de las encuestas del Grupo de Opinión Pública de la Universidad de Lima, la deficiente educación se presenta en los últimos años entre los cinco problemas que la población considera como más importantes en el Perú. Esta evidencia va de la mano con los pobres resultados que ha obtenido el país en las evaluaciones estandarizadas de aprendizaje de nuestros escolares.

La deficiente educación de nuestros niños no solo preocupa porque les niega el acceso a muchas habilidades básicas que necesitan para su desarrollo como personas, sino, también, porque sin estas habilidades la superación de la pobreza se vuelve casi imposible. El gráfico adjunto muestra claramente que la educación es la vía más efectiva para superar la pobreza (gráfico derecho). Se demuestra, además, que estos efectos positivos cobran gran importancia en los niveles de educación más altos. Esto quiere decir que la probabilidad de ser pobre se reduce de manera importante, solo cuando se completa el nivel de educación secundaria (de 51% a 34%).

Por otro lado, mejoras en la educación no solo benefician a las personas en situación de pobreza. Una fuerza laboral mejor educada puede producir más y mejor, por lo que las empresas y la economía de un país ganan en eficiencia y crecen sostenidamente. De hecho, los estudios internacionales más recientes muestran una clara y fuerte relación positiva entre el crecimiento del Producto Bruto Interno de un país y la calidad educativa de su población.

El reconocimiento de la inversión en el desarrollo de la niñez como prioridad para resolver los desafíos que enfrentamos, va más allá del ámbito nacional. En el 2007, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Centro del Consenso de Copenhague reunieron a un grupo de expertos económicos de América Latina. A estos expertos (tanto académicos como hacedores de política) se les pidió establecer un ranking de prioridades de políticas para afrontar los retos más importantes de la región. El primer puesto de este ranking lo ocupó el Desarrollo Temprano de la Niñez, lo cual implica desarrollar sus capacidades físicas, intelectuales y culturales a temprana edad para que gocen de mayor bienestar el resto de su vida.

Algunos ejemplos de intervenciones en esta prioridad incluyen el monitoreo regular y profesional del crecimiento y desarrollo del niño, con apoyo nutricional cuando sea necesario, los servicios de guardería infantil, la implementación de programas de estimulación temprana y una educación inicial adecuada, entre otros. Desafortunadamente, según el Banco Mundial, el Perú se encuentra, junto con Guatemala, Nicaragua y Bolivia, entre los países de la región con el desarrollo infantil más bajo.

El actual contexto de crisis no debe distraer la atención sobre la importancia crucial de la inversión en la infancia en nuestro país. Un reciente documento del BID señala que, en el contexto desfavorable actual, es muy probable que la calidad de la educación se vea fuertemente afectada. En situaciones de crisis, los maestros buscan fuentes adicionales de ingresos para compensar por otros familiares que pierden el trabajo. Esto reduce su capacidad de enseñanza y la calidad de la educación cae. Además, algunos niños empezarán a dedicar parte de su tiempo a buscar trabajo, lo que los volverá particularmente vulnerables. Estos son algunos de los costos sociales irreparables de las crisis que hay que evitar a toda costa.

En consecuencia, en este tiempo de crisis e incertidumbre, con una reserva de recursos fiscales inusual en términos históricos, y con la urgencia de estimular la economía a través de mayores inversiones públicas, deberíamos destinar una buena parte de los recursos estatales a inversiones con rentabilidad económica y social garantizada, como aquellas destinadas a la infancia, su salud, nutrición y educación.



Gustavo Yamada, doctor Ph.D. en Economía y Master en Economía de la Columbia University, Nueva York. Bachiller y Licenciado en Economía de la Universidad del Pacífico. Ha trabajado con el Banco Interamericano de Desarrollo en el Departamento Desarrollo Sostenible, Unidad de Pobreza y Desigualdad, como Economista Senior y Jefe a.i; y en el Ministerio de Trabajo y Promoción Social como vice ministro de Promoción Social. Actualmente es Consejero del Consejo Educativo Nacional.

Ricardo Montero es Bachiller y Master en Economía de la Universidad del Pacífico e Investigador Asistente en el Centro de Investigación de la misma universidad.


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