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OPINION
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Alejandro Cussiánovich, educador y miembro directivo del Grupo Impulsor de Inversión en la Infancia

La pobreza tiene rostro humano

Por: Alejandro Cussiánovich*

La pobreza tiene rostro humano. Es un problema social, transversal entre generaciones y generaciones. Es más que números fríos. Se ve en los rostros de mamás, profundamente, angustiadas por darle de comer a sus hijos, en los padres de familia, que viven con preocupación ante la aventura que significa salir a trabajar cada día para llevar algo a la casa, pero sobre todo se ve en los rostros de la infancia, en las caritas inocentes de nuestros niños y niñas.

Las consecuencias de la pobreza son múltiples, tanto así que podríamos decir que es la segunda piel de la población, porque todo el daño que causa la pobreza se queda marcada en las vida para siempre. 

Pero esta condición socioeconómica, no debe ser entendida solo como la carencia de bienes necesarios, sino también como un problema de condición humana, que repercute en los adultos pero sobre todo en los niños. Lamentablemente, todavía somos una sociedad que mira al pobre como un objeto de dádiva, de beneficencia, de caridad, y esto es una subjetividad colectiva que habría que analizar con profundidad.  

Siempre existieron situaciones de personas que viven en condición de pobreza como hoy. Pero, ahora, tenemos el contraste -por un lado- de los discursos que nos señalan haber superado, aliviado y arrinconado en ciertos aspectos la pobreza y alguna sus secuelas; y por otro lado, la realidad concreta de rostros de niños anémicos, desnutridos y con bajo rendimiento escolar, que son el resultado de no tener acceso suficiente como para cubrir las necesidades a tiempo.

Un país que tiene más de 1 millón de personas que subsisten con 176 soles al mes, prolongando la muerte, la enfermedad y el desamparo, no puede llenarse la boca señalando que estamos a puertas de convertirse en parte del Primer Mundo. La realidad lo desmiente.

Cuando se señala que en los últimos años disminuyó el índice de pobreza a nivel nacional y se contrasta con las condiciones en las que viven más de un millón de niños y niñas, nos damos cuenta que en este país no hay cinismo sino una enorme falsa complacencia de escasos logros estadísticos formales. No se tiene en cuenta los rostros que contiene la pobreza.

Estas cifras, que se han ventilado recientemente por la parte del Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI), nos vuelven a una realidad dura y creo que 176 soles, representa una falta de justicia distributiva de la riqueza de nuestro país. Entonces, con unos existe un ‘cuenta gotas’ bien estricto y con otros hay la posibilidad, no digo de evadir, sino de postergar o por lo menos ser eximidos de pagos cuando eso podría haber sido también una fuente de compensación para mejorar los sueldos de jubilados, de profesionales que están trabajando, entre otros. 

Evidentemente, no podemos aplaudir esto como un gran logro, porque no lo sentimos así.


*Alejandro Cussiánovich, educador y miembro directivo del Grupo Impulsor de Inversión en la Infancia.


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