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OPINION
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No se puede erradicar enfermedades sin curar la pobreza

Por: Uriel García Cáceres

La pobreza, que es una enfermedad mortal, ataca con mayor fuerza a los niños peruanos. La pobreza global en el país ha bajado hasta un 23,9 por ciento, pero ese mismo índice para los niños menores de cinco años está en 35,5 por ciento. Los niños de corta edad son mayormente pobres y padecen de desnutrición crónica, anemia, falta de abrigo y ningún acceso a la educación inicial. Esta es una situación escandalosa que requiere una explicación.

El Ministerio de Salud de nuestro país -de una manera continua, siguiendo una política de Estado, desde la década de 1980, con la ayuda tecnológica y financiera de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y recursos propios– emprendió exitosas campañas para erradicar enfermedades prevenibles por vacunaciones y otros males, como las deshidratación por diarreas. Todo esto sin que esos organismos ni el Estado del Perú hayan jamás pensado que la pobreza es una enfermedad, que si no se le ataca con igual énfasis que al sarampión, la poliomielitis, la tos convulsiva, las diarreas y otras enfermedades prevenibles, por imaginativas estrategias que se apliquen, los resultados son los que actualmente estamos viendo.

Es verdad que los niños peruanos menores de cinco años ya no se enferman o mueren de los males mencionados, por consiguiente, en las familias pobres aumentan las necesidades; pero, como no disminuye la pobreza general, y menos se avanza en la justicia social, la que está claramente postulada en el Artículo 25 de la Carta Mundial de los Derechos Humanos que forma parte de nuestra Constitución Política, ocurre una trágica  y paradójica situación: los niñitos que ya no se mueren por sarampión, diarreas u otras plagas prevenibles, aumentan las bocas que alimentar. Y en un hogar pobre la comida alcanza para los mayores de cinco años, que tienen mejores habilidades y destrezas para consumir la escasa mesa servida.

No es extraño que los menores sobrevivientes de las campañas de erradicación de los males “prevenibles”, sin erradicar la pobreza, tengan desnutrición y anemia. Los más desvalidos son los más pobres. La famosa, y casi mística, declaración de Alma Ata: SALUD PARA TODOS EN EL AÑO 2000, resulta ahora una blasfemia al no haber considerado la erradicación de la terrible enfermedad: ¡La Pobreza!  


Uriel García Cáceres, médico, ex ministro de Salud, miembro del Grupo Impulsor Inversión en la Infancia.       



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