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OPINION
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¿Qué es la vocación entrañable?, por Marisol Pérez Tello

Imagen: difusión X


Es ese llamado profundo que no se controla, pero que da sentido a la vida. Se gesta en el corazón, se materializa con la razón y se concreta en los actos.

 

Se expresa en los padres y el maestro que postergan su propio desarrollo esperando que sus hijos o alumnos lo superen; en el médico o enfermero que entrega su vida por cuidar la de otros; en el policía o militar que parte sin saber si volverá, con mala logística, sin reconocimiento ni gratitud. En el bombero que arriesga todo sin salario, por convicción, por compromiso, que pelea contra el fuego, lo aplaca y lo controla, incluso a costa de su vida. También en el artista que crea desde el alma, aunque no siempre sea comprendido o valorado, porque siente que su arte puede sanar, conmover o despertar.

 

La vocación entrañable es plenitud. Es lo que hace que alguien se levante cansado pero motivado, porque va a hacer lo que ama.

 

Es también la política, cuando nace del compromiso con el otro: en la olla común, el vaso de leche, el rondero, el apu como figura de autoridad ancestral, o cualquier esfuerzo comunitario donde se empuja desde atrás. Implica renuncia, cuidado, protección y entrega. Se opone al autoritarismo, que ve el poder como imposición y no como servicio.

 

Hablar de vocación entrañable es hablar de valores, de propósito y de sentimiento.

 

Estamos en un cambio de ciclo. El 12 de abril se vota, pero la transformación ya se gesta: en alianzas, renuncias, decisiones que eviten dividir más. No se trata de ideologías, sino de maneras de ejercer la política. Como en casa: se necesita orden, disciplina; sí, pero también amor y cuidado. Porque el poder impuesto no dura. La historia enseña que los pueblos se rebelan y recuperan su libertad.

 

Tenemos la oportunidad de dejar un país distinto. Esta generación, que ya va de salida, no puede hacerlo sola. Necesita a la juventud, que ha perdido la esperanza por culpa de nuestros errores, nuestra ineficiencia, la corrupción, discursos que enfrentan, y trolls que insultan por encargo: ejemplos vivos de lo que no debe ser la política. Pero aún es posible. Todo está por hacer. 

 

Busquemos esa vocación entrañable que se opone a la lógica del poder como dominio y propone otra: la lógica del cuidado.

 

Ahí están los verdaderos líderes: los que enseñan, cuidan, protegen, crean y conmueven. Los que aman su oficio porque entienden que sirve a otros.

 

De eso se trata. De no rendirse. De volver a creer. Eso es lo que necesitamos. Eso es lo que merece el Perú.




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